Aborrezco la conjugación de tu verbo,
la malformación del intelecto,
distorsiona emoción con razonamiento.
No veo causa del deseo
, es todo para mí un sexo inverso,
un mundo paralelo pero al que yo
no pertenezco.
Olvida todo lo que te recuerde a mí,
yo
metafóricamente he muerto.
Incluso anafóricamente,
muero y vuelvo a morir cada vez que nos vemos...
Olvido.
Sentencia.
Dolor.
No me arrepiento,
¿o sí?
Ya no lo entiendo.
Es quizás resultado proporcional al daño hecho:
soledad en la multitud,
solitude,
a ella me aferro
como perro viejo que aúlla a la noche,
sin saber que ni ella existe
y que su aullido es incorrecto.
Aborrezco todo lo que lleva mi nombre,
todo lo que di estaba caducado.
Podrida manzana de un cesto,
de ahí me caí, soy sólo eso:
alguien a quien aborrezco...
Por eso me alejo, me alejo...
y desaparezco...
Que nadie pregunte.
Entre tú y yo,
yo ya he muerto.
Es pura casualidad
que creas verme en el metro.
Yo ya he muerto.
Me golpeo y es verdad,
no lo siento,
pues he muerto.
Mis terminaciones nerviosas no contestan.
Es funesto.
En medio de un lago helado,
me siento.
Espero y veo pasar el invierno,
a cada segundo,
a cada momento.
Y nunca llega la primavera.
Para mí, no hay florecimiento.
Únicamente repito el mismo esquema,
las endechas de los pastores,
las elegías,
las plañideras...
Alguien al menos que llore, a pesar de la artificialidad que eso supone,
cuando
yo
haya muerto.
Idoia Carramiñana.